Si bien la infancia de Esteban Bedoya transcurre en su Asunción natal, desde su adolescencia y juventud es Buenos Aires el escenario de sus estudios y de su desarrollo creativo, tanto en las letras como en la plástica, de la que dan cuenta sus trabajos de escenografía para importantes proyectos teatrales.
Con neta transparencia en unos casos, crípticos o ambiguos en otros, los relatos sorprenden al lector en su resolución final, insólita, inesperada (“El amor del gato y la mosca”, “Amor en una noche de verano”, “Treinta y tres grados seis decimas” son ejemplo de ello).
La ironía cáustica en algunas situaciones (“La importancia de llamarse Jean Baptiste Pororó”), la clara alusión a los avatares políticos de su país (“Adán el exterminador de serpientes y su pacto con la muerte”), la ficción policial, mezclada con la referencia a lugares y personajes inusitados (“La fosa de los osos”), evidencian no solo un adecuado manejo del lenguaje, sino también la actitud lúdica con la que el autor expresa las voces comunes, cotidianas… y las inventadas. La alucinante combinación de realismo y fantasía se destaca claramente en “Mi hijo es un ángel”.
El discurso narrativo de Bedoya se presenta con amplitud de perspectivas: a veces, el autor describe de manera estereoscópica las distintas visiones de sus personajes (“La fosa de los osos”); más frecuentemente, él es el protagonista de la historia.
La práctica de estilo directo, y la del indirecto libre, le permiten economizar, en beneficio del ritmo narrativo, la caracterización de los personajes y agilizar la resolución de las acciones.
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Si bien la infancia de Esteban Bedoya transcurre en su Asunción natal, desde su adolescencia y juventud es Buenos Aires el escenario de sus estudios y de su desarrollo creativo, tanto en las letras como en la plástica, de la que dan cuenta sus trabajos de escenografía para importantes proyectos teatrales.
Con neta transparencia en unos casos, crípticos o ambiguos en otros, los relatos sorprenden al lector en su resolución final, insólita, inesperada (“El amor del gato y la mosca”, “Amor en una noche de verano”, “Treinta y tres grados seis decimas” son ejemplo de ello).
La ironía cáustica en algunas situaciones (“La importancia de llamarse Jean Baptiste Pororó”), la clara alusión a los avatares políticos de su país (“Adán el exterminador de serpientes y su pacto con la muerte”), la ficción policial, mezclada con la referencia a lugares y personajes inusitados (“La fosa de los osos”), evidencian no solo un adecuado manejo del lenguaje, sino también la actitud lúdica con la que el autor expresa las voces comunes, cotidianas… y las inventadas. La alucinante combinación de realismo y fantasía se destaca claramente en “Mi hijo es un ángel”.
El discurso narrativo de Bedoya se presenta con amplitud de perspectivas: a veces, el autor describe de manera estereoscópica las distintas visiones de sus personajes (“La fosa de los osos”); más frecuentemente, él es el protagonista de la historia.
La práctica de estilo directo, y la del indirecto libre, le permiten economizar, en beneficio del ritmo narrativo, la caracterización de los personajes y agilizar la resolución de las acciones.