Eduardo Mallea (1903-1982) es un escritor que gozó de prestigio magistral durante los años treinta y cuarenta, y cuyo predicamento se ha diluido en el tiempo. Algunos de sus ensayos sobre la identidad nacional (Historia de una pasión argentina, La vida blanca) adolecen de una tendencia a la abstracción que les quita valor histórico y crítico. Sus novelas abundan en áridas reflexiones de escasa eficacia narrativa, como si la metafísica devorase a personajes y paisajes (La bahía de silencio, Chaves, Todo verdor perecerá).

Lo mejor del Mallea narrativo está en sus libros de cuentos. Su carrera se abrió con uno de ellos, sus elegantes y divertidos Cuentos para una inglesa desesperada (1926). En 1953 publicó La sala de espera, cuyos relatos se unen por el hecho de que los personajes principales están en la sala de espera de una estación ferroviaria en la provincia de Buenos Aires. Es así que la espera adquiere un valor existencial: espera del acontecimiento y esperanza de un mejor existir. El tren alegoriza fácilmente a la vida que transcurre, pasa de largo, nos lleva o nos abandona.

Aquí Mallea es relativamente más concreto con su descripción de la vida provinciana en una parte próspera de la Argentina, que la cercanía relativa de la Capital Federal torna más tensa por su ambivalente oferta: abandonar la seguridad del lugar nativo o lanzarse a la aventura de la anónima gran ciudad.

En otro orden, la apuesta de Mallea va, filosóficamente, hacia el existencialismo, a considerar la vida humana como existencia arrojada al mundo donde la vida circula por vías determinadas cuyo destino es oscuro, libre y angustioso.

La sala de espera. Mallea, Eduardo

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Eduardo Mallea (1903-1982) es un escritor que gozó de prestigio magistral durante los años treinta y cuarenta, y cuyo predicamento se ha diluido en el tiempo. Algunos de sus ensayos sobre la identidad nacional (Historia de una pasión argentina, La vida blanca) adolecen de una tendencia a la abstracción que les quita valor histórico y crítico. Sus novelas abundan en áridas reflexiones de escasa eficacia narrativa, como si la metafísica devorase a personajes y paisajes (La bahía de silencio, Chaves, Todo verdor perecerá).

Lo mejor del Mallea narrativo está en sus libros de cuentos. Su carrera se abrió con uno de ellos, sus elegantes y divertidos Cuentos para una inglesa desesperada (1926). En 1953 publicó La sala de espera, cuyos relatos se unen por el hecho de que los personajes principales están en la sala de espera de una estación ferroviaria en la provincia de Buenos Aires. Es así que la espera adquiere un valor existencial: espera del acontecimiento y esperanza de un mejor existir. El tren alegoriza fácilmente a la vida que transcurre, pasa de largo, nos lleva o nos abandona.

Aquí Mallea es relativamente más concreto con su descripción de la vida provinciana en una parte próspera de la Argentina, que la cercanía relativa de la Capital Federal torna más tensa por su ambivalente oferta: abandonar la seguridad del lugar nativo o lanzarse a la aventura de la anónima gran ciudad.

En otro orden, la apuesta de Mallea va, filosóficamente, hacia el existencialismo, a considerar la vida humana como existencia arrojada al mundo donde la vida circula por vías determinadas cuyo destino es oscuro, libre y angustioso.

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